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VICENTE CATRUNAO PINCEN 

De acuerdo a la tradición oral de nuestros ancestros, los estudios especializados en el tema así como la documentación conservada por la familia, nosotros sostenemos la siguiente historia:

 

El cacique Vicente Catrunao Pincén, uno de los más importantes líderes de la historia argentina nace en la zona de Carhué alrededor de 1806. De origen mestizo, “blanco” y tehuelche de acuerdo con la tradición oral familiar, pertenecía a un grupo étnico que se desplazaba por un amplio territorio que se extendía desde las Sierras de la Ventana y Curra Malal hasta la actual provincia de La Pampa.

 

Esta comunidad es dispersada entre 1815 y 1820 por el ejército argentino y grupos de vorogas encabezados por el lonko Cañumil. Una parte queda sometida en la región mientras que otro grupo en el cual se encontraba el joven Pincén y su padre Ayllapan (Nueve Pumas) y su madre Amuypan (El puma se escapó), marcha hacia el norte siguiendo la ruta del Chadileufú (rio Salado) dirigiéndose al territorio ranküllche. En esta retirada iban acompañados por otros grupos vorogas como los Rinque.

...era un hombre de conocimiento,

"dueño del decir" o gñempin...

Ya en territorio ranquel, el futuro cacique es formado por Yanquetruz, un anciano de Gullu Mapu. Conviene aclarar aquí que el verdadero nombre del joven Pincén era Catrunao (Cazador de Jaguares) y sólo después de este aprendizaje es que se lo empieza a conocer con ese nombre, que en realidad alude al cargo de Gñenpin o “Dueño de la Palabra” o “Dueño del Decir”

(Gñen, dueño; pin, decir, palabra). Con lo cual, la denominación Vicente Catrunao Pincén reúne a su nombre y a su jerarquía, la que completa en su momento de máximo apogeo con el  cargo de lonko.

 

Conocido también como Vicente Catrinau y Piseñ, era entonces mucho más que un jefe guerrero: era un hombre de conocimiento y líder espiritual. Reconocido amansador de "tigres" (jaguares), guió por muchos años a decenas de guerreros y a la gente de sus "toldos" que llegaron a ocupar la amplia zona fronteriza que se extendía por el oeste de la provincia de Buenos Aires y el este de La Pampa.

 

Luchó por su tierra y su cultura juntó los ranqueles del norte pampeano y los salineros de Calfucurá y Namuncurá, pero siempre  mantuvo su autonomía.

 

En noviembre de 1878, en vísperas de la autodenominada “conquista del desierto” y cuando se encontraba asentado en Malal Có, al lado de la laguna del mismo nombre, a unos veinte km al norte de la actual ciudad de Santa Rosa, cayó prisionero del Ejército, mientras su comunidad era destruida y dispersada.

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El Estado argentino violó así no solo el Tratado firmado en 1873 adonde reconocía los territorios comunitarios sino los distintos compromisos adquiridos a través de un sostenido intercambio epistolar entre el cacique y las autoridades nacionales. 

 

Las únicas cinco fotografías que se conocen de él y su familia, fueron tomadas por Antonio Pozzo el 13 de diciembre, en su estudio de Buenos Aires, al día siguiente de su traslado como prisionero desde Malal Có hasta el Cuartel del Batallón 6 de Infantería de Línea en el actual Retiro.

...su espíritu regresaría algo más de un siglo más tarde...

El fin de la comunidad histórica implicó que el lonko y varios miembros del lof fueran tomados prisioneros y remitidos a la Isla Martín García. Los guerreros fueron fusilados,  destinados a la Marina o a trabajos forzados en la zafra tucumana. Las mujeres mayores fueron obligadas a casarse con soldados o bien fueron incorporadas al servicio doméstico. Las más jóvenes tuvieron suertes diversas y los niños fueron regalados a familias adineradas en calidad de sirvientes.

 

El lonko fue liberado en 1883, yendo a vivir a un campo de Junín; sin embargo, rumores de que estaba preparando nuevas rebeliones produjeron una segunda detención y  traslado a la isla Martín García que para entonces se había convertido en un inmenso campo de concentración de prisioneros indígenas.

 

Desde ese entonces Pincén se pierde en las vueltas de la historia...algunos relatos dan cuenta de que se fugó en una yegua blanca que lo llevó hasta las costas del Uruguay atravesando las aguas del Río de la Plata; otros dicen que lo vieron despidiéndose de sus parientes por los pagos de Trenque Lauquen antes de desaparecer físicamente para siempre.

 

Su espíritu regresaría algo más de un siglo más tarde cuando los descendientes comenzaron a reavivar su memoria y en el caso del lof Vicente Catrunao Pincen, a reconstruir la comunidad perdida. 

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